lunes, 5 de septiembre de 2011

El amigo vacío

Compartimos cigarro en la ventana, como aquel día de mayo en Yamaguchi. Un mendigo hurga en el contenedor y también fuma. Los chicos del timo del anillo siguen intentando cazar inocentes. Es la primera vez en bastante tiempo que hablamos. Y me explicas, esta vez en un perfecto inglés, cómo hace un momento estabas destrozando mi cuarto. Eres escueto y la conversación termina con un “te jodes” bastante aclaratorio. Terminas de fumar y te marchas. La habitación está como siempre. El único resquicio del destrozo es un poster colgando, que en realidad ha despegado el viento y no tú. Ni yo.

Prometí sinceridad. Lo hice ayer antes de dormir y lo he hecho hoy antes de comer. Todavía no tienes nombre. Nunca me lo has dicho y tampoco te he puesto uno. Sencillamente eres ese o aquel. Decidí en su día referirme a ti como el amigo vacío, como en aquella canción de Failure. Trato de ser sincero, sólo eso. Y ahora necesito sincerarme al aire.

Salgo a la calle y me escoltas  a una distancia de seguridad. Impecable, como siempre. El viernes te mojabas con nosotros en Vetusta. Y el sábado, sin necesidad de coche, nos seguiste. Estás ahí, tangible. Te veo y sé que tienes los dedos maltratados por la nicotina, como yo. Te huelo. Te oigo. Te intuyo.

De vuelta a casa, pongo algo de música. El ratón me lleva automáticamente a My name is Mud, de Primus. No es lo que necesito para relajarme y me desquicio, pero necesito oírla. Igual que tú necesitabas poner mi habitación hecha una mierda hace un rato.

Ordeno pensamientos. Hago un mapa de la situación. Decidí escribir para aliviar penas y eso me llevo a joderme más cuando decidiste hacerme daño, y lo dejé aparcado para otra ocasión. A veces me da por componer. Hoy me ha dado por dibujar. Hacía tiempo que no dibujaba y me ha costado. Retomé el hábito hace unos pocos días. Cuesta. Intento hacer un retrato robot y me veo desvariando, tirando el portaminas y volviendo a escribir, gritando al vacío.

Algún día saldrás de mi vida. Diría que cuando sea mayor, pero para que engañarnos, ya soy mayor para hacerme mayor. Hasta entonces, sólo me queda esperar. Tener paciencia. Y pelear con obsesiones. Podré hacerlo. Sólo necesito  tiempo.

Y créeme, hay días que tu presencia no me importa. Otros, como hoy, te deseo lo peor y que te hundas en lo más profundo de la tierra, dónde nadie pueda encontrarte. Y espero que te lleves contigo ese bolso de Mary Poppins tuyo, que tiene tantos regalos. Una guitarra con la que acunarme. Un tocadiscos viejo. Un quemado grave al que colocar detrás de la puerta. Y noches que empiezan con un diamante loco y terminan en corazones de oro. No sé cuánto vas a quedarte aquí, ni qué queda en ese bolso. Hoy sólo intento ser sincero. Sólo eso. Lo he prometido.

1 comentario:

Nacho dijo...

Todo lo que cuentas no hace más que demostrar que no vemos con los ojos, no oimos con los oidos, ni olemos con la nariz...lo que realmente percibe es nuestro cerebro a traves de las areas de integración sensorial. Al fin y al cabo, eso es lo que nos hace humanos!!!