viernes, 30 de septiembre de 2011

Triste

Escribo esto en otro contexto. Con otra idea. Hoy os dejo la poesía de otro. Os hablé el otro día de R.E.M., de su separación. Esta canción es un juego de palabras. Blue, en inglés, puede ser azul. Pero también significa triste. Y hoy me siento un poco triste.

Desde que la oí, sin saber que iba a ser el canto de cisne de mi grupo favorito, me enamoré. Para mí, es la vuelta a casa de una noche de muchos excesos, alucinada. En ese momento clave en el que intentas pensar e inevitablemente te sientes una puta mierda que camina.

Neil Young decía: “El rey ha muerto, pero no se le olvida”. Y no olvido, porque siento que hoy he perdido algo, hemos perdido algo. Cuando R.E.M. perdió a Bill Berry, su batería, Michael Stipe comentaba que un perro de tres patas sigue siendo un perro. Sólo tiene que aprender a caminar otra vez. Por eso quiero que lo leas. Para que entiendas cómo me siento. Y aunque nos falte esa pata… Caminaremos. 

Triste

“El circo amarillo dejo en las estacas las cuerdas rotas de un idiota ingenuo mundial,
Los vínculos que unen, jaja,
Puedo ser un mal poeta,
Poeta de la calle,
Poeta de mierda
Y también un poeta amable;

En el metro,
Casi las cuatro de la madrugada,
Noche de Halloween
Y he bebido lo suficiente como para montar mi propia fiesta,
Todos los escritores de mi época medio vestidos, medio dormidos,
Medio atontados, en decadencia;

No marco mi tiempo con fechas, vacaciones, sabiduría vacía, poseedores de un Karma encerrados,

Conveniente

Estoy hecho por los momentos vividos,
Soy una creación del presente
Temblando con las grietas y hendiduras,
No me doy fácil por vencido
Ni me doblegaré,
No tengo mucho,
Pero lo que tengo es de oro;

Vi tu cara…

Canto en platino,
Visto con Bronce,
Como con Zinc,
Déjalo correr;

Propón un brindis,
Eso me gusta,
Entiendo el valor,
Todavía me conmueve el grito del personaje con el que me casé para el día de hoy,
Intento ver fuera de mí,
Entiendo las miradas,
Perdono todos los subidones,
Perdona,
Lo siento,
Jaja,

Te quiero, adoro cada una de tus costas,
He visto tus marejadas y marejadillas y hracanes y ciclones,
Marea baja y luna llena en lo alto,
Cercano y distante,

Te entiendo,
Mira, el cielo, el mar, el océano, la luna
Triste, triste, triste, triste…
Desnuda y triste.

Respirando contigo. Toco. Cambio. Me muevo. Sigo la corriente. Voy a la deriva hacia el presente.

Quiero ser el orgullo de Whitman. El orgullo de Patti Lee. El orgullo de mi hermano. Me estimo. Quiero tenerlo todo. Quiero lo sensacional. Lo irresistible.

Este es mi momento y estoy sorprendido de estar vivo.

Vivo, bendecido, termino comprendiendo.

Siglo veinte:
Choca con el presente.

Chico Cenicienta,
Has perdido el zapato.

Chico Cenicienta,
Su carruaje le espera.

Un sol hace sombras
En tu cara,
Mientras te sientas
Desnudo y triste
Conmigo.”

(Michael Stipe)

lunes, 26 de septiembre de 2011

La próxima página (Segunda parte: un viernes)

Aquel viernes no paraba de sudar. Ni de fumar, eso seguro que lo recuerdas. Esa tarde, tú tenías el control. Y sencillamente, me dejé llevar por ese poder. Esa fuerza irresistible. Te acompañé al coche y nos despedimos. A cada paso que dabamos, estaba más convencido. Y era todo, tu manera de caminar, cómo sacaste la llave del coche como si fuera una navaja traicionera... Todo. Había tensión. Y tal vez, los dos deseamos que la velada terminara con otro final, pero tenía más sorpresas preparadas...

Llegué a casa. No me costó demasiado. Y te tengo que decir, ahora, que la sensación de vacío que tuve en aquel momento, de tremenda soledad, no la había sentido nunca. Sólo quería volver a verte y me importaba un bledo absolutamente todo. El cuando, el cómo, es algo que se queda para nosotros, porque fue magia. Me lancé al cuaderno que utilizaba para tomar notas y dibujar para escribir algo. Le saqué una foto y te la envié. "Gracias por hacer mi día perfecto", decía. La respuesta no se hizo esperar. No te lo terminabas de creer, pero yo estaba tocado y hundido, desde ese momento. Y yo te dije, déjame demostrarte todo lo que ha sido para mí esta tarde, esta vuelta a casa, con algo sencillo: una canción. Una segunda canción. Me encerré. Y en menos de una noche, mientras todo seguía fresco, lo conseguí. Escribí, puede, lo más sincero que había hecho hasta el momento.

Lo que sigue, es ya historia vivida. Y fueron dos semanas largas, de conversaciones, mensajes, cartas y miedos, con las que conseguí una sola cosa: que tuvieras fe otra vez. La primera parte de esta historia veía a un Pablo que se hacía preguntas. Esta segunda, es la cara opuesta. El convencimiento. Se cumplen dos años de ese viernes muy pronto. La historia es nuestra. La canción, sólo tuya.

Un viernes

"Es como volar,
las suelas de mis zapatos
a dos pies por encima del suelo,
Es algo innegable
y aun y todo,
una X por resolver,
he estado aquí durante años
escondido en cada paso que dabas,
he esperado con ánsias
a que asientas para volver a vivir;

Tímidos ojos sin color,
os habéis convertido en mi Leitmotiv,
Las estrellas en tu muñeca
hacen que me sienta de sangre caliente
otra vez,
un viernes
dos desconocidos se encontraron
en una ratonera,
un viernes
los planetas dejaron de orbitar;

Así que explícamelo como si fuera un crío,
¿Podrías soportar esta puta ola de cambios
para calmar el dolor que llevas dentro?
Explícamelo como si fuera un crío."

jueves, 22 de septiembre de 2011

Murieron con las botas puestas

Hay salidas de escena forzadas. Y también forzosas. Hay salidas de escena que conllevan una vuelta mediocre y penosa. Michael Stipe dijo ayer que un buen invitado a una fiesta es aquel que sabe retirarse a tiempo. Y es una gran verdad. R.E.M. entró en el mundo de la música sin estruendos, forjando un público fiel y labrándose un huequecito en la historia moderna de eso que algunos, todavía se empeñan en llamar Pop. Y han decidido irse así. Sin ruido.

Esta mañana, estaba comprando y sonaba una canción suya en la radio, Man on the moon. Y aun me sentía un poco desilusionado. Con las bolsas y un cigarrillo, he pensado en algo que me dijo ayer Vero: “Chico, ni que Michael Stipe te diera de comer”. Y no, no me da de comer. Pero ese tío enigmático, de mirada triste, ha sido una de mis mayores influencias a la hora de escribir letras. Y Peter Buck, ha sido casi mi mano derecha tocando la guitarra. Cada cual tiene sus ídolos. Ellos han sido los míos.

Y la música se quedará, desde luego. Se quedan los posters, los discos y pequeños trofeos como entradas de conciertos. Pero también se van otras cosas, que en el fondo, aunque sigan ahí, hoy han hecho que el estómago se me retorciera. Y son recuerdos.

Mi padre, entrando en mi cuarto con el Out of time y diciendo pon Losing my religión. Recorrer campos y campos de un verde casi marciano en Irlanda con Try not to breathe de fondo. Tardes de universidad, con la guitarra en la ciudadela, reproduciendo lo que había citado nuestro profesor de Antropología, que utilizaba muchas de sus canciones para explicar su materia. Despertarse y ponerse las pilas con Wake up bomb. Un polvo salvaje con Crush with eyeliner de fondo. Enamorarse, siempre, con Up. Mandar una rosa con el estribillo de The great beyond. Detalles, recuerdos, que para mí son historia.

Escribo todo esto con su último disco a volumen razonable en la cadena. Ellos decían ayer, que después de más de treinta años en la música, este disco es como un fin de ciclo. Algo de razón tienen. Suena muy maduro, sólido y en el fondo, aunque me pese, a canto de cisne. Su aventura empezó con Radio Free Europe hace muchos años y termina en Blue, la última pista de este disco. Las últimas palabras que se escuchan de Stipe, el último verso: “Siglo XXI, desvaneciéndose en el ahora”. Así termina la historia.

Entre los recuerdos de los que os hablaba antes, están esos cuatro conciertos suyos que he podido ver. Y el regusto amargo de no poder haberlos visto una vez más. Saber que no podré tener ese pequeño placer más.

Adoro la música, y ojalá, algunos grupos hubieran tomado el mismo ejemplo y se hubieran retirado a tiempo. Con una obra maestra bajo el brazo y un buen par de huevos, pero ¿Ellos? No pensé que se jubilarían, y como incondicional que soy, sé que ha habido intentonas. Nada más que decir y con esto, vuelvo a citarles , “he dicho demasiado”.  R.E.M. ha muerto con las botas puestas, ¡Viva R.E.M.!

lunes, 19 de septiembre de 2011

La próxima página (Primera parte)

Hoy intentaré ser breve. Esta historia empieza hace casi dos años y tiene dos partes. Dos canciones. Siempre me ha gustado hablar de música, pero nunca le he dedicado un espacio aquí a lo que compongo. Muchas veces hablo en lo que me gusta llamar "la poesía de otros". Y tú me dices, que es uno de mis pecadillos. Pero no puedo evitarlo.

Hoy escribo estando a tu lado, a escasos metros de distancia. Y quiero encender una luz. Un hilillo de luz que ilumine la sombra de lo que ocurrió... Quiero que recuerdes. Somos quienes somos. No lo olvides. Este escrito es sólo una pequeña quimera. Y sabes muy bien cuales fueron las circunstancias. Nuestras circunstancias.

Muy pocos han leído esta letra mía. Y es sólo eso, la próxima página. Escribimos la historia día a día. Y mientras recuerdas, y yo también lo hago, te espero aquí, con otro capítulo que tuvo lugar un viernes, pocos días después de escribir esta canción. Te espero. Hoy puedo decir, que tengo un diecisiete grabado en mi cuerpo, que significa todo. Tenía pensado esto desde hace tiempo, se acercan los días. Hoy, has sido tú la que me ha hecho dar el paso. Empecemos a desempolvar, poco a poco, dos historias que volvieron a cruzarse. Y nunca, nunca, olvides tus raíces.

La próxima página

"El héroe muere
en la próxima página,
disparado por su propio hijo,
la historia reclama un final,
un nuevo amanecer
con el que volver a empezar,
bajo todo este mar de tinta
en el que no puedo respirar,
siento que me ahogo
aferrándome a las palabras
como a chalecos salvavidas de remordimientos;

Imagina un espacio en blanco
en el que los dos pudiéramos bosquejar
los vicios y virtudes de nuestros actos pasados
y encontrarnos con una nueva oportunidad,
el campo donde sembré mis excusas
ahora está cubierto de sal
y donde las conciencias mutiladas temen pisar
construiremos un puente

Para escribir otro capítulo,
para ir un paso más allá,
para borrar las manchas del tiempo,
para limpiar toda esta vergüenza."

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Enhorabuena Polly

Mi padre tiene cientos de historias sobre cómo algunos discos entraron en su vida. De los Stones en bachiller, de Black Sabbath... La que más me gusta es esa en la que mi padre está en la cama, leyendo el periódico y escucha algo que le gusta en la radio. Deja el periódico y llama de inmediato a la emisora. Era Oil On Canvas de Japan. No sería hijo de mi padre si no tuviera batallitas similares.

Recuerdo perfectamente ese crudo octubre en el que el único disco potable de Korn, el primero y tal vez único disco bueno que tengan, me golpeó en la cabeza. Una noche que me dejó una peli de vampiros en los fallecidos Principe de Viana y una borrachera brutal. No son circunstancias extraordinarias, lo sé. Sencillamente me acuerdo.

Escuché a PJ Harvey por primera vez en febrero del 2004. El mismo sábado que pisé por primera vez la Universidad de Navarra. Había vomitado de los nervios. Muy de mañana, tenía la prueba de acceso a Comunicación Audiovisual y por la tarde, tenía que pasar una prueba oral. Un auténtico trago. Salí relativamente pronto de la Facultad, habiendo lanzado un órdago sin quererlo. Y aunque no lo sabía, había conocido no sólo a varios de mis futuros colegas, sino a mi Pepito Grillo académico durante esos años, Alberto.

Llegué a casa y la comida ya me entraba. Comí y me quedé dormido, curándome del pequeño trauma. Ya era de noche cuando me desperté, aunque las tiendas todavía estaban abiertas. Me dí un paseo hasta el Supermercado del Cassete. Una tienda que cerró al poco tiempo, en la que encontrabas verdaderas joyas. Y en mis manos cayó el Stories from The City, Stories from The Sea. No esperaba mucho, pero nunca había oído nada de PJ Harvey. Pagué y volví al hogar.

Me quedaba poco tiempo para que mis amigos ocuparan el salón para cenar, aprovechándose de que estaba solo. Sin demasiado entusiasmo, le quito el plástico al disco y lo pongo en la cadena. Sencillamente flipé. Mi cuadrilla llegó armando bronca en menos de siete canciones. Y me vi a mí mismo, sacando al borde que a veces llevo dentro diciendo “¿Queréis callar de una puta vez? Intento escuchar algo de música.

Me las daba de duro entonces. De oscuro. Y en realidad picoteaba a los Smiths y no me disgustaban cosas más blanditas. Y antes de que Uh, uh, Her saliera, coincidiendo con los últimos coletazos de Segundo de Bachiller, había devorado, empollándome como para Selectividad, todos sus discos.

Tenía dieciocho añitos y aunque en aquel entonces hacer música para mí, era gritar tan fuerte como me permitiera la garganta y subir el volumen del ampli hasta que hiciera daño, ya estaba marcado. Y aquella bruja de físico bizarro pero atractiva, capaz de ofrecerte un dulce y cocinarte en el caldero en la misma canción, dejó la semilla de otro Pablo que hace música. El Pablo de hoy.

Maduras, como no. Hoy ya soy una persona con su sueldo, pareja estable y vida propia. Hace cuatro años, viajando solo a Barcelona para ver a Police, me encontré viendo el paisaje y escuchando White Chalk, acordándome de esa Polly vestida a lo Orgullo y Prejuicio que tocaba el piano meses atrás en un festival. Uno de los días más alucinógenos de mi vida. Y mientras lo oía, pensaba en la PJ que vi con tacones fosforitos y vestido amarillo canario en el Apollo de Hammersmith, en Londres, con mi madre, el mismo año que me estrené en su música. Pasaban las horas en el bus y aunque White Chalk me gustaba, no terminé de entrar en él. No era esa PJ agreste y salvaje de 50ft Queenie. Ni la que aullaba en The Dancer. Ha sido hoy, escribiendo, cuando me he dado cuenta:  a sus cuarenta y dos tacos, ella también ha madurado. Todo el mundo tiene derecho, ¿No?

Hace diez años, mientras se derrumbaba el mundo, PJ Harvey recibía la noticia de que ganaba el Mercury Prize por ese Stories from The City  que me fascinó, convirtiéndose en la primera mujer en ganar el premio. Ayer, diez años más tarde, volvió a ganarlo por Let England Shake, convirtiéndose en la única persona que lo ha ganado dos veces. Reconozco que no he digerido aun del todo este último trabajo. Y desde luego, no soy una persona imparcial con esta señora. Tal vez, sólo quede algo por decir: ¿Te vemos ahí en otros diez años?


lunes, 5 de septiembre de 2011

El amigo vacío

Compartimos cigarro en la ventana, como aquel día de mayo en Yamaguchi. Un mendigo hurga en el contenedor y también fuma. Los chicos del timo del anillo siguen intentando cazar inocentes. Es la primera vez en bastante tiempo que hablamos. Y me explicas, esta vez en un perfecto inglés, cómo hace un momento estabas destrozando mi cuarto. Eres escueto y la conversación termina con un “te jodes” bastante aclaratorio. Terminas de fumar y te marchas. La habitación está como siempre. El único resquicio del destrozo es un poster colgando, que en realidad ha despegado el viento y no tú. Ni yo.

Prometí sinceridad. Lo hice ayer antes de dormir y lo he hecho hoy antes de comer. Todavía no tienes nombre. Nunca me lo has dicho y tampoco te he puesto uno. Sencillamente eres ese o aquel. Decidí en su día referirme a ti como el amigo vacío, como en aquella canción de Failure. Trato de ser sincero, sólo eso. Y ahora necesito sincerarme al aire.

Salgo a la calle y me escoltas  a una distancia de seguridad. Impecable, como siempre. El viernes te mojabas con nosotros en Vetusta. Y el sábado, sin necesidad de coche, nos seguiste. Estás ahí, tangible. Te veo y sé que tienes los dedos maltratados por la nicotina, como yo. Te huelo. Te oigo. Te intuyo.

De vuelta a casa, pongo algo de música. El ratón me lleva automáticamente a My name is Mud, de Primus. No es lo que necesito para relajarme y me desquicio, pero necesito oírla. Igual que tú necesitabas poner mi habitación hecha una mierda hace un rato.

Ordeno pensamientos. Hago un mapa de la situación. Decidí escribir para aliviar penas y eso me llevo a joderme más cuando decidiste hacerme daño, y lo dejé aparcado para otra ocasión. A veces me da por componer. Hoy me ha dado por dibujar. Hacía tiempo que no dibujaba y me ha costado. Retomé el hábito hace unos pocos días. Cuesta. Intento hacer un retrato robot y me veo desvariando, tirando el portaminas y volviendo a escribir, gritando al vacío.

Algún día saldrás de mi vida. Diría que cuando sea mayor, pero para que engañarnos, ya soy mayor para hacerme mayor. Hasta entonces, sólo me queda esperar. Tener paciencia. Y pelear con obsesiones. Podré hacerlo. Sólo necesito  tiempo.

Y créeme, hay días que tu presencia no me importa. Otros, como hoy, te deseo lo peor y que te hundas en lo más profundo de la tierra, dónde nadie pueda encontrarte. Y espero que te lleves contigo ese bolso de Mary Poppins tuyo, que tiene tantos regalos. Una guitarra con la que acunarme. Un tocadiscos viejo. Un quemado grave al que colocar detrás de la puerta. Y noches que empiezan con un diamante loco y terminan en corazones de oro. No sé cuánto vas a quedarte aquí, ni qué queda en ese bolso. Hoy sólo intento ser sincero. Sólo eso. Lo he prometido.