miércoles, 26 de septiembre de 2012

De gira con Padre...



Una cosa te lleva a la otra. Llega el momento en el que tienes suficiente rodaje como para que una anécdota facilona o un disco muerto de risa en el escritorio te lleve a recordar algo. Y ese “Algo”, tiene todos los boletos para ser una batallita que ocurrió hace mucho tiempo. Me pasó a principios de agosto, con los diez años desde mi visita a Irlanda. Hoy traigo otro décimo aniversario.

Corría febrero del 2002 cuando me presenté con mi padre en Donosti para ver a Joe Jackson en el Kursaal. Todavía estaba en el cole (dos días más tarde tenía un examen de Naturales que me tenía cagado de miedo). En Pamplona aun existían instituciones como el Lumière, Circus o Chaston. El gustillo de los graves del bajo en el estómago era casi comparable a la rebeldía de estar un martes fuera de casa a horas en las que debería estar haciendo deberes.  

  ¿Y a santo de qué? ¿Con que permiso irrumpe en esta cabeza mía este primer concierto? A santo de  descargar  “One more time” y recordar que fue un bis aquella noche. A tus dieciséis piensas, “Ojalá viera más de éstos”. Aquel bautizo no tuvo pirotecnia ni grandes pantallas. Era un concierto chiquitín e íntimo. Con el tiempo aprendes que lo que está hecho con mimo merece más la pena.

Coges tablas, maneras y vicio. Antes de escribir he intentado poner una cifra a todos los bolos que he visto y me he perdido. Hay paradas en estaciones  Pop de todos los pelajes, Rock, Rock Duro, Heavy,  Heavy más que Heavy,  Jazz, Electrónica, música delicada, música sin escrúpulos…

Poco me faltó para ponerme al día. Conservé esa complicidad con mi padre que nos llevó a  J. Cale, Robert Fripp o Elvis Costello, Nick Cave and The Bad Seeds...  A experimentos raros de Muse y Suede. No importaban los kilómetros o días de escuela y Uni. Al final, los kilómetros nos han hecho mayores a los dos. Mi madre también se subió al coche para ver a Jagger y compañía o a R.E.M. Con ella vi a PJ Harvey en Londres. Para mí no dejan de ser raíces y eso cala hondo.

Entre tanto, muchos momentos grandiosos. También grandes chascos de “artistas” sin ganas dispuestos a amargar al personal. Espinitas clavadas que te susurran “Si hubieras visto a tiempo  a tal grupo…”, “Si hubieras nacido antes…”. Eso lleva a meriendas descafeinadas de dinosaurios que ahora tienen la vergüenza de llamar reuniones. Conciertos vergonzantes en los que te sorprendes perdiendo el culo por una chica. Conciertos  pasados por agua…

Bowie sin aparecer en Bilbao por problemas del corazón. La borrachera infecta tras mi segunda vez con Nine Inch Nails. Aquella peli de Buñuel que fue mi Summercase 2007 en Barcelona. Tres Metallicas y sus tres Depeche Modes (con tres encarnaciones muy distintas de mi mismo y sus respectivas compañías).

Se me ha escapado la lagrimilla más veces de las que me gustaría admitir. Sólo he dado cabezadas con el vinagre de Van Morrison. Moratones de primera fila, horas de viaje y de cola bajo soles de justicia, broncas con fans recalcitrantes que dicen que les has quitado el sitio… Todo cuenta y todo vale. ¿Quién sabe? Puede que un día yo sea el viejo, como en la canción de Neil Young… ¿Veis? Otro que me dejaba.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Fa sostenido, casi Sol.

Hay cientos de posibilidades a la hora de combinar acordes y hacer canciones. Yo no estudié música a fondo y a veces me arrepiento. No sé demasiado solfeo, hace años que no leo una partitura y mi armonía viene más de oído que de años en conservatorio. Mi autoridad (si es que se le puede llamar así) como músico viene de la experiencia. Los años. Y el tener algo que contar.

Y de oído, a veces fantaseo con acordes e historias. En el buen rollo que da un Re Mayor en el ochenta por ciento de las canciones. La seriedad de cualquier Mi. Los misteriosos Fas raros de Bowie.

Mayor o menor como estado de ánimo. Medio tono más o menos de una tristeza bemolada o sostenida, que como en los colores, no tiene porque ser totalmente oscura o luminosa. Despiezas en arpégios los matices de una una personalidad. Y te recreas en manías de séptima, odios de novena... En horas de poder y fuerza entre las quintas de un verso punky.

El resto son maquillajes. Trémolos tórridos o marcianos, rabia de overdrive y muff. A veces tienes días de chorus, otros te sientes seco... A veces escondes. Otras eres directo.

Y la magia, como en la vida misma, es que no eliges las compañías. Hay amistades sencillas y limpias. Otras son complicadas, viciosas y enrevesadas. Soles sanos de estructuras limpias que charlan con fas menores y tontean con un Do novena. Nada está escrito y esa es la gracia. Da igual el tempo y las amistades de pocos compases si hay melodías que siguen vivas.