Llega diciembre y toca repasar. Puestos a tener en cuenta
que quizá el chiringuito se cierre en poco más de una semana por esto de los
Mayas, toca pecar como marranos. Y si queréis música para preparar el
apocalipsis aquí tenéis un par de discos interesantes.
Como siempre, no están todos pero da una idea… Y el 2013
puede ser un año cojonudo (o no) para la música. Lo empezamos a pensar el día
22 cuando nos hayamos despertado igual que el día anterior y el anterior y el
anterior… ¿Os parece?
Mark Lanegan:
Blues funeral.
Un disco para sentirse jodido, cagar chinchetas o estar abiertamente
triste pero casi con glamour. Desde que cayó en mis manos entró directamente en
la lista. Que el título lleve la palabra funeral ya sienta las bases para no
ser apropiado para un picnic con la churri, pero aun y todo… Una mezcla curiosa
de lo que podría ser música para el patíbulo o para una fila de condenados a
trabajos forzados en pleno Sur Profundo, con cajas de ritmos de las de antes.
El resultado es un intento de mear contra el viento sin mancharse los
pantalones. Bravo, Mark Lanegan. De mayor quiero tener tu voz, ¿Cuántos
paquetes de Ducados diarios necesito?
The Mars Volta:
Noctourniquet.
Acostumbrados a los juegos de palabras más que enrevesados,
las letras nubladísimas y esas maratones de mirar el reloj y pensar ¿Falta
mucho?, ¿Qué se puede esperar de un disco de Mars Volta? Yo diría que un lavado
de cara. Aunque no una redención. Coquetean con la electrónica, aceleran para
bien y ninguna de las canciones llega a las temidas dos cifras. No es un disco
fácil. Tampoco uno de los de “Si quieres empezar a escucharlos, empieza por
éste”. Mars Volta no entiende de eso. Pero es así de sencillo, estos tíos son
como las lentejas: si quieres las tomas y si no… Que te follen.
The Smashing
Pumpkins: Oceania.
Seguro que muchos me crucifican por meter a Billy Corgan en
la lista. Y sí, Oceania no tiene el punch del “Mellon Collie”. La delicadeza sombría
del “Adore” se quedó colgada en 1998. Y no le llega ni por asomo a “Siamese
Dream”… ¿Y qué? Sigo pensando que es un buen disco, especialmente después del
batacazo que supusieron los últimos intentos de Corgan. Distinto a su manera.
No hay oscuridades. El término podría estar cazado con pinzas, pero es “Heavy
de buen rollo”. Pesado, pero positivo. Muy cristalino, pero sin pasarse. A ver
cómo funciona el siguiente…
A place to bury strangers: Worship.
Al comprar un disco de este grupo deberían poner una
pegatina que diga “Ojo, que salpica” en vez de los jodidos Parental Advisory.
Puede parecer por el single que por fin se va a entender al cantante entre la
guarrería amplificada a la que tienen acostumbrada al personal, pero siguen
siendo perros viejos y de costumbres… Un solo tema suyo puede reventarte los
tímpanos. Un disco entero, hacer que te metas a la bañera abrazado a la
tostadora. No es música para todos los oídos. Pero a mí, siguen sin
defraudarme.
Barricada: Flechas
Cardinales.
Volviendo al mundo canino, ¿Un perro de tres patas puede
seguir siendo un perro? Sí. Sólo tiene que volver a aprender a caminar. La
verdad, nunca he sido un fan de Barricada y quizá no le pueda sacar el mismo
gustillo que muchos le sacaran a sus discos. Me “enganché” a la carrera con su
anterior trabajo. Repiten en producción y siguen aprobando con muy buena nota. ¿Qué
se echa en falta algo? La voz y la poesía de El Drogas son insustituibles. Pero
éste es otro barco y el viaje no desmerece.
Soundgarden: King
Animal.
Este año hemos tenido unas cuantas idas, venidas y vueltas a
la forma. Una de las más notables ha sido la de Soundgarden y siguen siendo los
vaqueros con los que te sigues sintiendo cómodo aunque tengan mil agujeros. Se
echa de menos la dejadez en la producción. Todo está mimadísimo. Pero los
tiempos son distintos y la pela es eso, la pela. Canciones de pulso rockero
crujientísimas para sudar en conciertos, como las dos pedradas que abren esta
ópera, momentos para irse la olla de paseo y una historieta sureña que cierra
resultona el disco. Sí, es Soundgarden.
Aimee Mann:
Charmer.
Siempre es una delicia escuchar a esta señorita. Música
suave, con “sensibilidad pop” que dirían los críticos serios pero madura y
profunda en el fondo. Tiene una voz lo suficientemente dulce como para hablar
de las mayores tragedias amorosas sin que suenen a drama, demostrando que las
bofetadas que te da la vida pueden sonar a pelea de almohadas según como las
tomes. Curiosidad al canto: el video de la canción “Labrador” es una
reinterpretación plano a plano del videoclip de “Voices carry”. Un hit de su
banda de los ochenta. Sólida como siempre.
Muse: The 2nd Law.
Pierdes la fe en el ratoncito Perez, en el hijoputa que te
levanta la novia en el insti… En la humanidad en general. Para mí, escuchar a
Muse es darse de cabezazos para intentar dar una nueva oportunidad a un grupo
que se volvió el centro de mi universo musical en plena adolescencia. Y como
siempre el hitazo abrasa radios deja buen sabor de boca… Y ya. Fríos, pomposos,
y sonando como siempre a plasticurri y ruidicos. Pero antes era un plasticurri
aparente. Al menos para mí. Es como meter el culo en el frigorífico durante una
hora. Así de helados me dejan.
Death Grips: No
Love Deep Web.
Oficialmente este disco puede quedarse en el limbo de los
“pudieron ser y…”. ¿Se considera de este año? ¿Del que viene? ¿Llegará a salir?
Después del pifostio con Epic ni se sabe. Pero por el órdago que le han echado
a su discográfica y por ser el grupo de badass maddafakkas con más mala virgen
del mundo mundial, se merecen una placa. Eso mínimo. Electrónica de la dura dura,
no os miento… Para comprar en Bershka en las rebajas del fin del mundo. Y si no
estás listo, una politoxicómana atómica te arrancará la piel del brazo a tiras.
He dicho.
Bob Dylan: The
tempest.
Si tuviera una clínica dental en el Sur de Estados Unidos la
pondría en mi sala de espera. Pero como no es el caso, tardaré eternidad y
media en volver a escucharlo. Si lo hago. Dylan lleva meándose en la música de
los últimos treinta años una buena temporada. Y de acuerdo, el 90% de la música
de los ochenta es más que olvidable, pero asegurar algo así no tiene
fundamento. Hay viejos cascarrabias que no tienen gracia. Entre ellos está
Dylan. Más que soso. Y con la misma pasión cantando que al sacarse una
pelotilla de la nariz. Hay comentaristas de Curling que le echan más ganas. Retirada
a tiempo…
Neil Young & Crazy Horse: Americana/
Psychedellic Pill.
Dos han sido los inventos de Neil Young en menos de un año y
como a papá y a mamá se les quiere por igual, estas líneas van dedicadas a
ambos dos. Mi padre compara la primera canción de Americana a un escultor
sacando forma a un bloque de mármol. Y es verdad. No hace falta cabalgar con la
guitarra para hacer canciones monumentalmente cojonudas. Aunque cuidado, las
virguerías llegan a acojonar. El primero, para releer clásicos. El segundo
(disco doble además), para convertir el coche en una alfombra mágica y flipar
sin psicotrópicos. Óxido deluxe.
The Hives: Lex Hives.
Uno de esos serios grupos informales que te arrancan una
buena sonrisa. Estos macarras suecos saben muy bien de que hablan. Te hacen
mover el cucu, como sólo sabían los grupos de antes… Y a mi me cuesta marcarme
un bailable. Para muchos no tendrán la fuerza de los discos de antes, serán
repetitivos y bla, bla, bla… ¿No eran repetitivos los Ramones? ¿Dejan por ello
de ser la hostia? Todos tenemos derecho a hacernos mayores. Por cierto, la
sección de viento de los mares del Norte me enamora. Mucho.