martes, 11 de diciembre de 2012

Doce meses, doce discos (2012)



Llega diciembre y toca repasar. Puestos a tener en cuenta que quizá el chiringuito se cierre en poco más de una semana por esto de los Mayas, toca pecar como marranos. Y si queréis música para preparar el apocalipsis aquí tenéis un par de discos interesantes.

Como siempre, no están todos pero da una idea… Y el 2013 puede ser un año cojonudo (o no) para la música. Lo empezamos a pensar el día 22 cuando nos hayamos despertado igual que el día anterior y el anterior y el anterior… ¿Os parece?

Mark Lanegan: Blues funeral.
Un disco para sentirse jodido, cagar chinchetas o estar abiertamente triste pero casi con glamour. Desde que cayó en mis manos entró directamente en la lista. Que el título lleve la palabra funeral ya sienta las bases para no ser apropiado para un picnic con la churri, pero aun y todo… Una mezcla curiosa de lo que podría ser música para el patíbulo o para una fila de condenados a trabajos forzados en pleno Sur Profundo, con cajas de ritmos de las de antes. El resultado es un intento de mear contra el viento sin mancharse los pantalones. Bravo, Mark Lanegan. De mayor quiero tener tu voz, ¿Cuántos paquetes de Ducados diarios necesito?

The Mars Volta: Noctourniquet.
Acostumbrados a los juegos de palabras más que enrevesados, las letras nubladísimas y esas maratones de mirar el reloj y pensar ¿Falta mucho?, ¿Qué se puede esperar de un disco de Mars Volta? Yo diría que un lavado de cara. Aunque no una redención. Coquetean con la electrónica, aceleran para bien y ninguna de las canciones llega a las temidas dos cifras. No es un disco fácil. Tampoco uno de los de “Si quieres empezar a escucharlos, empieza por éste”. Mars Volta no entiende de eso. Pero es así de sencillo, estos tíos son como las lentejas: si quieres las tomas y si no… Que te follen.

The Smashing Pumpkins: Oceania.
Seguro que muchos me crucifican por meter a Billy Corgan en la lista. Y sí, Oceania no tiene el punch del “Mellon Collie”. La delicadeza sombría del “Adore” se quedó colgada en 1998. Y no le llega ni por asomo a “Siamese Dream”… ¿Y qué? Sigo pensando que es un buen disco, especialmente después del batacazo que supusieron los últimos intentos de Corgan. Distinto a su manera. No hay oscuridades. El término podría estar cazado con pinzas, pero es “Heavy de buen rollo”. Pesado, pero positivo. Muy cristalino, pero sin pasarse. A ver cómo funciona el siguiente… 

A place to bury strangers: Worship.
Al comprar un disco de este grupo deberían poner una pegatina que diga “Ojo, que salpica” en vez de los jodidos Parental Advisory. Puede parecer por el single que por fin se va a entender al cantante entre la guarrería amplificada a la que tienen acostumbrada al personal, pero siguen siendo perros viejos y de costumbres… Un solo tema suyo puede reventarte los tímpanos. Un disco entero, hacer que te metas a la bañera abrazado a la tostadora. No es música para todos los oídos. Pero a mí, siguen sin defraudarme.

Barricada: Flechas Cardinales.
Volviendo al mundo canino, ¿Un perro de tres patas puede seguir siendo un perro? Sí. Sólo tiene que volver a aprender a caminar. La verdad, nunca he sido un fan de Barricada y quizá no le pueda sacar el mismo gustillo que muchos le sacaran a sus discos. Me “enganché” a la carrera con su anterior trabajo. Repiten en producción y siguen aprobando con muy buena nota. ¿Qué se echa en falta algo? La voz y la poesía de El Drogas son insustituibles. Pero éste es otro barco y el viaje no desmerece.

Soundgarden: King Animal.
Este año hemos tenido unas cuantas idas, venidas y vueltas a la forma. Una de las más notables ha sido la de Soundgarden y siguen siendo los vaqueros con los que te sigues sintiendo cómodo aunque tengan mil agujeros. Se echa de menos la dejadez en la producción. Todo está mimadísimo. Pero los tiempos son distintos y la pela es eso, la pela. Canciones de pulso rockero crujientísimas para sudar en conciertos, como las dos pedradas que abren esta ópera, momentos para irse la olla de paseo y una historieta sureña que cierra resultona el disco. Sí, es Soundgarden.

Aimee Mann: Charmer.
Siempre es una delicia escuchar a esta señorita. Música suave, con “sensibilidad pop” que dirían los críticos serios pero madura y profunda en el fondo. Tiene una voz lo suficientemente dulce como para hablar de las mayores tragedias amorosas sin que suenen a drama, demostrando que las bofetadas que te da la vida pueden sonar a pelea de almohadas según como las tomes. Curiosidad al canto: el video de la canción “Labrador” es una reinterpretación plano a plano del videoclip de “Voices carry”. Un hit de su banda de los ochenta. Sólida como siempre.

Muse: The 2nd Law.
Pierdes la fe en el ratoncito Perez, en el hijoputa que te levanta la novia en el insti… En la humanidad en general. Para mí, escuchar a Muse es darse de cabezazos para intentar dar una nueva oportunidad a un grupo que se volvió el centro de mi universo musical en plena adolescencia. Y como siempre el hitazo abrasa radios deja buen sabor de boca… Y ya. Fríos, pomposos, y sonando como siempre a plasticurri y ruidicos. Pero antes era un plasticurri aparente. Al menos para mí. Es como meter el culo en el frigorífico durante una hora. Así de helados me dejan.

Death Grips: No Love Deep Web.
Oficialmente este disco puede quedarse en el limbo de los “pudieron ser y…”. ¿Se considera de este año? ¿Del que viene? ¿Llegará a salir? Después del pifostio con Epic ni se sabe. Pero por el órdago que le han echado a su discográfica y por ser el grupo de badass maddafakkas con más mala virgen del mundo mundial, se merecen una placa. Eso mínimo. Electrónica de la dura dura, no os miento… Para comprar en Bershka en las rebajas del fin del mundo. Y si no estás listo, una politoxicómana atómica te arrancará la piel del brazo a tiras. He dicho.

Bob Dylan: The tempest.
Si tuviera una clínica dental en el Sur de Estados Unidos la pondría en mi sala de espera. Pero como no es el caso, tardaré eternidad y media en volver a escucharlo. Si lo hago. Dylan lleva meándose en la música de los últimos treinta años una buena temporada. Y de acuerdo, el 90% de la música de los ochenta es más que olvidable, pero asegurar algo así no tiene fundamento. Hay viejos cascarrabias que no tienen gracia. Entre ellos está Dylan. Más que soso. Y con la misma pasión cantando que al sacarse una pelotilla de la nariz. Hay comentaristas de Curling que le echan más ganas. Retirada a tiempo…

Neil Young & Crazy Horse: Americana/ Psychedellic Pill.
Dos han sido los inventos de Neil Young en menos de un año y como a papá y a mamá se les quiere por igual, estas líneas van dedicadas a ambos dos. Mi padre compara la primera canción de Americana a un escultor sacando forma a un bloque de mármol. Y es verdad. No hace falta cabalgar con la guitarra para hacer canciones monumentalmente cojonudas. Aunque cuidado, las virguerías llegan a acojonar. El primero, para releer clásicos. El segundo (disco doble además), para convertir el coche en una alfombra mágica y flipar sin psicotrópicos. Óxido deluxe.

The Hives: Lex Hives.
Uno de esos serios grupos informales que te arrancan una buena sonrisa. Estos macarras suecos saben muy bien de que hablan. Te hacen mover el cucu, como sólo sabían los grupos de antes… Y a mi me cuesta marcarme un bailable. Para muchos no tendrán la fuerza de los discos de antes, serán repetitivos y bla, bla, bla… ¿No eran repetitivos los Ramones? ¿Dejan por ello de ser la hostia? Todos tenemos derecho a hacernos mayores. Por cierto, la sección de viento de los mares del Norte me enamora. Mucho.