lunes, 22 de agosto de 2011

Esto no es un exorcismo

A quien corresponda,

Debí haber sido elegante y dejarlo ahí, con ese último sin sentido etílico en el que yo terminé siendo un psicópata y con el que llegaste a casa con cientos de historias sobre crueldad.  Así me lo dejaste ver en ese último mensaje. Y quizá yo no fui lo suficientemente cruel con mi respuesta. Pero es que, aunque no lo creas, no soy cruel. Ha llovido mucho. Y no hemos conseguido hilar más de dos frases seguidas desde entonces. Tampoco ha hecho falta.

Déjame contarte algo: enterré el hacha de guerra hace mucho, mucho tiempo. Y toda la aflicción, todo el dolor, todo el odio… Todo se ha convertido en nada. Y yo mismo me sorprendo, pero ya no queda ni el rencor. Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a su versión. Y aquí hay dos versiones, la tuya y la mía. Conozco muy bien la mía, pero ahora mismo, no me apetece indagar en tu historia. ¿Y merecería la pena después de tanto tiempo? Yo creo que no. Lo demostramos este sábado, sintiéndonos como el invitado extraño de una fiesta. Y yo, al menos, espero que se quede ahí. No espero, ni quiero una respuesta. No tuya.

Nos devolvimos nuestras cosas un día entre semana, eso lo recuerdo perfectamente. Y en aquel momento, en ese incomodísimo café en el que cada uno se sintió el diablo a su manera, me dijiste que tus amigos me habían empezado a odiar, que no tenía futuro… ¿Te acuerdas de aquella sarta de lindezas con su guinda? Yo sí. Y cruel, como intuyo que piensas que era, y que soy, sonreí y sencillamente me largué.

Las cosas cambiaron. Y tal vez, hay un sector en tu círculo que siga odiándome por algo que no me corresponde (y sé de buena tinta, que en aquel momento exageraste las cosas y que todo ese odio para muchos, se esfumó). Encontré mi sitio. Me llevó horas y horas de teléfono y conversación reclamar lo que por derecho era mío: mi vida. Seguí adelante, me levanté y recuperé el ritmo. No tengo mucho y me he llevado unos cuantos batacazos. Pero lo que tengo es de oro.

Esto no es un exorcismo. Los demonios están guardados en el armario. No hay rencor. Y te puedo asegurar que lo hubo. Sencillamente es una parte de mi pasado que he decidido aislar. Aun y todo, hay algo que me preocupa: que tu sombra sigue siendo alargada para quién más quiero, y no lo entiendo. Y puedo asegurarte que si algo he aprendido en este tiempo es a odiar el silencio y no a vivir en él.

No espero que lo leas. Ni quiero alimentar el fuego. Pero te puedo decir, que esta carta es un adiós. Por mí. Por ella. Por todos. Espero que sigas adelante. Yo lo he hecho y este tiempo ha dado para mucho. Para encontrarme con alguien que no veía desde hacía mucho: yo mismo, en mi máximo esplendor y en plena capacidad de dar y recibir. Por eso, estas son las últimas palabras que te dedico.

Atentamente,

Pablo.

2 comentarios:

La Garza dijo...

Supongo que éste no es el caso, y es que a veces parece que escribes música, será la costumbre.. porque cualquiera diría que esto es la letra de una canción.. joder! que bien escribes tío... un saludiko! pasaba por aquí...es que vengo del blog de la Vero..

Luis Zombie dijo...

En aquella época se te puede aplicar algo que dice Bunbury en una canción.
"No eras mala hierba, solo hierba en mal lugar".
Algunos ganamos de nuevo después de haber perdido.
Un abrazo amigo.