martes, 23 de agosto de 2011

Aftermath

Aftermath es un término inglés que me gusta. No tiene una traducción exacta, pero podría ser un cruce entre “el momento después de” y las consecuencias. Y a veces, casi siempre, esas dos ideas se mezclan, se abrazan… Chocan.

Me encanta la palabra porque bien visto, la vida de uno, es un conglomerado de Aftermaths que terminan conformando una historia: tu historia. Dan sentido y se convierten en una especie de anecdotario de tu propio guión vital. Algunos son memorables. Pensad en la mejor juerga de vuestra vida. En vuestro primer beso. En aquel cumpleaños o aquellas navidades. Vuestro primer día de trabajo… Otros Aftermaths son terribles y no hay necesidad de explicar nada para este punto. Cada cual tiene derecho a identificarlo con lo que quiera.

La historia vivida no se resume en momentos especiales, sino en las sensaciones que les siguen. Son éstas las que marcan de verdad. Los olores, las canciones… Todo. Ayer viví un Aftermath nuevo: un Aftermath dentro de un Aftermath.

Me costó dormirme. Y un cigarrillo en la ventana me llevó a la primera sucesión de recuerdos. A aquel sábado. Aquellos sábados furtivos, ¿Te acuerdas? Nuestro primer concierto, aquel noviembre. Muy poca gente retrata lo que hay después de un concierto, su Aftermath. Para mí, ese día no fue lo que ocurrió en el concierto, fue lo que pasó después. Y cómo, antes de dormir, me dijiste “Pídemelo”. Y lo hice. Nuestra historia ha cambiado mucho desde entonces, pero esa palabra sigue teniendo eco. Y me acompañará siempre.

Fue una casualidad la que me llevo a pasearme por tu pasado. A los días antes de que nuestras historias volvieran a juntarse. Y ¿Sabes? Me quedé mirando esa foto, esa en particular, embobado.
Estás con tus amigas, en un sitio meses más tarde se convertiría en un lugar familiar. Y sonríes como sólo tú sabes hacerlo. Por la ventana, no sabría decir si la luna o sencillamente un reflejo, brilla con mucha intensidad. Deslumbra. Esa pequeña trampa de la lente me consiguió emocionar.

Y quise pensar, ya sabes que la imaginación a veces me juega malas pasadas, que aquello no era una coincidencia. Que alguien había dejado ese recuerdo en mi camino y no había sido sólo una casualidad. No sé qué estaría haciendo en ese momento. No era una etapa fácil. Pero quiero creer que el azar junto nuestros mundos en aquel instante y que la colisión, la explosión, fue aquella luz. No sé cómo sería tu Aftermath. Algo me dice que dormiste tranquila.

Ayer escribí con sangre. Y a primeras horas de la noche, no sabía si escupir veneno otra vez me había sentado bien o mal. Tal vez estaba dando puñetazos a un saco al que no merecía la pena volver a golpear. No lo sé. Pero estoy seguro de que mientras dormías, y yo miraba ese reflejo, un escalofrío te recorrió la espalda. Ayer no esperaba ninguna respuesta. Aunque hubo respuestas y las agradezco. Escribí esa carta y la tiré al mar. Si hoy pudiera elegir una sola, espero que sea la tuya.

La aguja empezó a acariciar el vinilo. Estaba ahí. El  lormetazepam y alprazolam en mi flujo sanguíneo empezaban a tomar el control. Una frase selló la noche, mi Aftermath: sigue brillando diamante loco. Como lleva ocurriendo desde hace meses. Pero no consigo recordar claramente si al despertar seguía buscando un corazón de oro y haciéndome viejo. Cuando conocí al “amigo vacío”, me dijiste que yo lo tenía, que tenía un corazón de oro. Empieza a ser de noche otra vez. Parece que haya estado escribiendo siglos. Me ha costado.  Y en el silencio, desde la distancia, hoy me pregunto: ¿Sigo teniéndolo? Necesito saberlo.

1 comentario:

Verónica dijo...

Si, sigues teniendo el corazón de oro...