jueves, 6 de septiembre de 2012

Fa sostenido, casi Sol.

Hay cientos de posibilidades a la hora de combinar acordes y hacer canciones. Yo no estudié música a fondo y a veces me arrepiento. No sé demasiado solfeo, hace años que no leo una partitura y mi armonía viene más de oído que de años en conservatorio. Mi autoridad (si es que se le puede llamar así) como músico viene de la experiencia. Los años. Y el tener algo que contar.

Y de oído, a veces fantaseo con acordes e historias. En el buen rollo que da un Re Mayor en el ochenta por ciento de las canciones. La seriedad de cualquier Mi. Los misteriosos Fas raros de Bowie.

Mayor o menor como estado de ánimo. Medio tono más o menos de una tristeza bemolada o sostenida, que como en los colores, no tiene porque ser totalmente oscura o luminosa. Despiezas en arpégios los matices de una una personalidad. Y te recreas en manías de séptima, odios de novena... En horas de poder y fuerza entre las quintas de un verso punky.

El resto son maquillajes. Trémolos tórridos o marcianos, rabia de overdrive y muff. A veces tienes días de chorus, otros te sientes seco... A veces escondes. Otras eres directo.

Y la magia, como en la vida misma, es que no eliges las compañías. Hay amistades sencillas y limpias. Otras son complicadas, viciosas y enrevesadas. Soles sanos de estructuras limpias que charlan con fas menores y tontean con un Do novena. Nada está escrito y esa es la gracia. Da igual el tempo y las amistades de pocos compases si hay melodías que siguen vivas.

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