Durante mi adolescencia tardía y los primeros años de la Uni
dormía muy mal. Tenía pesadillas muy fuertes. Procuraba quitarle hierro al
asunto. En aquel momento no era nada dramático, sencillamente era mi condición
de aquel momento. Podía dormir, descansar mal un par de horas y después irme a
clase.
Solía componer y escribir de noche y cuando por fin cerraba
los ojos, soñaba con crímenes terriblemente crueles. Las imágenes eran muy
vívidas. Algunas veces, los protagonistas de estas pesadillas ni siquiera
hablaban idiomas que conocía. A veces, me quedaba la duda de si aquello que
hablaban era algo que había podido oír en la calle o sencillamente un
galimatías convincente producto de mi imaginación.
No me apetece sincerarme con vosotros sobre este asunto. Sencillamente
era virulencia en estado puro. Si habéis leído el prólogo de El Exorcista de
Blatty o visto una película del género Mondo, os podéis hacer cargo. A veces
escribía sobre mis sueños, otras los dibujaba y muy pocas veces, los utilice
como material para hacer música. Pero me harté.
El problema llegó con la “Sobriedad”, cuando supuestamente
estaba bien y volvieron estos sueños terribles. Quizá no tenía la piel tan dura
como en aquel momento. Me afectaban mucho. Sencillamente eran como una gota de
tinte en un vaso de agua. Hacían echar a perder el resto de mi día y de mi
descanso. Y no había escape creativo posible. No era capaz, ni me atrevía.
Hoy por hoy, sigo teniendo momentos extraños muy de vez en
cuando. Ahora no me dan miedo, pero sí me hacen pensar. Y tras mucho darle
vueltas, he llegado a la conclusión de que el demonio es el mejor escritor fantasma que puede existir.
No creo en el Bien o el Mal como fuerzas. Creo que hay gente
buena, que deja su huella y en el Mal con matices. Es algo que viene de serie. De
esto último nadie se libra. Todo el mundo ha actuado en un momento u otro con
mala fe. Quien diga lo contrario miente. Y la conciencia es una pistola de
gatillo fácil. Tarda más en encasquillarse que el orgullo.
De nuestros malos actos hacemos nuestro Darfur personal.
Desde el jardín de infancia al retiro. Los guardamos en ese rincón de fracasos
ordenados de minúsculo a mayúsculo. Luego se pasean en nuestros sueños.
Camuflados.
No me entendáis mal, yo nunca he matado a nadie a pesar de
lo que pude soñar. Vuestras manchas, son sólo vuestras y no le conciernen a
nadie salvo a vosotros. Somos el poli corrupto y el santo pecador. Eso es lo que
nos hace interesantes. Sentíos orgullosos de vuestros mejores pasajes. Vuestros
mejores capítulos. Los habéis escrito vosotros. Pero no olvidéis dejar un par
de líneas a la mano roja. Es la que corrige y pule vuestra historia.
1 comentario:
Es al final por medio de esos momentos en los que hemos actuado mal y reflexionado lo que ha permitido que aspiremos a ser mejores personas, esa cajita que yace escondida donde guardamos cosas que nos da verguenza recordad la que nos motiva (cuando hay consciencia y humildad) a ser ahora algo mejor de lo que fuimos.
Cómo siempre acertadisimo! un abrazo!
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